Álvaro Arbeloa, el gran capitán

O ''el capitán en la sombra'', como escribió ayer un magnífico articulista.

Ayer se retiró un espartano por derecho propio, un madridista de corazón, alma y casta; un caballero capaz de escribir sin faltas de ortografía y de construir frases subordinadas, a diferencia del famoso botarate periscopiano que le faltó al respeto a él y a otros compañeros sin ninguna consecuencia negativa para el cretino en cuestión. Otro botarate, el Marqués de Bajunolandia, se lo permite todo. Pero la clase o se tiene, o no se tiene, diga lo que diga el paniaguado marqués al que le deseo lo peor (yo no soy tan diplomática). Sabemos que corren tiempos favorables para la idiocia ilimitada tendente al infantilismo, sin embargo siempre estaré a favor de la inteligencia que va a contracorriente a pesar de que le caiga la mundial encima.

Arbeloa no es ningún crack futbolísticamente hablando, pero sí lo es en facetas más profundas. Da la cara cuando los demás se callan a la hora de hacer frente a  avalanchas de insultos; no sólo no le importa ser suplente del suplente, sino que apoya con sinceridad al que le ha quitado el puesto. No se queja nunca, aguanta estoicamente y jamás dice una mala palabra de ningún compañero de equipo ni de ningún entrenador. No va lloriqueando por los medios dejando mensajes del estilo ''oh, oh, nadie me quiere'', como tantos han hecho en el Real Madrid. Pero, eso sí, tampoco se calla; y precisamente por no rendirse ante la prensa canalla, la prensa lo desprecia. Y es que no hay que callarse. El capitán en la sombra antepone el interés del equipo al suyo propio, a diferencia de otro que taaaaannnto le dio al club (eso no lo pongo en duda) pero que quiso imponer su titularidad a pesar de que estaba en una forma física lamentable. Los años pasan para todo el mundo, querido Topo. Nadie es eternamente joven y hay que saber retirarse a tiempo.

Me gustan los outsiders que exponen su argumentos con elegancia, me gusta la sobriedad en el hombre. Admiro la integridad de un señor decente que defiende valores tradicionales y que tiene la grandeza de mirar más allá de su propio ombligo. No es perfecto (la perfección no existe), pero su talla radica en un cada vez más raro -y valioso- estoicismo que se planta con fuerza ante la adversidad.

Ayer, el público le rindió un sencillo y sentido homenaje, merecidísimo. La caverna periodística también tuvo algo que decir al respecto, pero a la basura hay que dejarla pudrirse en el contenedor hasta que se la coman sus amigos los gusanos.

En una entrevista a pie de campo y a colación de la difícil temporada que le ha tocado pasar, el ESPARTANO soltó esta frase: "Hay que luchar no sólo sin miedo, sino sin esperanza". Creo que sobran los comentarios.

CAP17ÁN no tan en la sombra, que le vaya bonito allá donde recale. Es usted un orgullo.