Carlos Torregrosa
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Camp 14: Total control zone

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Mensaje por Dirty Harry Miér Nov 26, 2014 1:57 pm

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Érase una vez... La mayoría de los cuentos empiezan de esta forma. Y la mayoría terminan bien.

En el caso que nos ocupa podríamos empezar también con el "Érase una vez", salvo que no es un cuento y todavía no ha terminado.

Érase una vez un niño que nació en un campo de concentración en Corea del Norte. Shin Dong-hyuk, se llama. Es delgado, bajito, tiene los brazos arqueados y un montón de cicatrices que le recorren el cuerpo, de las que se avergüenza cada vez que se mira al espejo después de ducharse. A los treinta años ha viajado por Estados Unidos, Europa y Corea del Sur dando charlas sobre derechos humanos. Este mundo era desconocido para él cuando tenía veinte años. Hasta ese momento nunca supo que había un mundo ahí fuera.

Sus padres no se conocían antes de ser internados en el campo. Su padre recibió como premio por su buen desempeño de los trabajos forzados, una esposa. Los casó un guardián del campo de trabajo, y de esa unión nació nuestro protagonista más otro hermano. En esos campos, los casados tenían encuentros una vez al mes y nada más. Por lo tanto, Shin Dong-hyuk nunca tuvo una famila. Eran su madre, su hermano y él. Vivían en una casa que apenas ocupaban, porque la mayoría del tiempo lo empleaban en trabajar. No había camas, no había mantas, y pasaban un frío atroz en invierno.

El primer recuerdo que tiene de su infancia es una ejecución cuando tenía cuatro años y se soltó de la mano de su madre. Las ejecuciones eran -y son- algo muy habitual en los campos de trabajo norcoreanos. Ejecuciones, torturas, hambre y frío. Comían siempre lo mismo y la delación era imprescindible para sobrevivir allí. Se vigilaban los unos a los otros, porque si alguien cometía una infracción, el siguiente en caer era el que no le delataba. Las infracciones eran robar un poco de comida, hablar a destiempo, cometer la falta más nimia. Cualquier cosa era castigada con la ejecución inmediata. De hecho, su profesor sorprendió a una alumna con unos granos de maíz en el bolsillo y la mató a palos delante de todos. Calculen como era, y es, aquello.

A los catorce años, escuchó a su madre y a su hermano hablando de cómo escapar de allí. Vamos a poner por delante que ni su madre actuaba como una madre, ni su hermano era como un hermano. Simplemente, competían para sobrevivir. Así pués, los delató porque era lo que había que hacer. Así se educó. Lo llevaron en un camión con los ojos vendados, lo metieron en una celda y lo torturaron haciéndole siempre las mismas preguntas. En ese tiempo, metieron en su celda a otro preso mayor que él, quien le curó las heridas como pudo. Fue la primera vez que alguien le trató como a un ser humano, según sus palabras. Cuando salió de la celda, lo condujeron de nuevo al campo de trigo donde celebraban las ejecuciones, y contempló cómo mataban a su madre y a su hermano. No sintió nada.

Os preguntaréis por qué no sintió nada. Pues porque Shin Dong-hyuk nació destruído y porque la delación constituía la frontera entre vivir o morir. Tan simple y atroz como eso. En aquel campo no había tristeza ni compasión.

Al cabo de un tiempo, entabló relación con un preso político que le contó todo lo que había fuera del campo. Aventuras amorosas, programas de televisión y algó que le llamó mucho la atención: la comida. Pollo frito, arroz... cosas que él desconocía que existieran. Este otro preso le animó para escapar del campo. Y lo hizo. Pero no lo hizo por alcanzar la libertad, concepto que escapaba a su comprensión, sino porque no quería morir sin haber comido ese pollo frito al menos una vez en su vida.

Huyó en el año 2005 con un amigo que murió en el intento, y gracias al hueco que el desafortunado abrió en la valla electrificada, Shin Dong-hyuk corrió hasta dejar aquello atrás, con los zapatos chamuscados.

La vida que encontró fuera del campo lo confundió; entró en una especie de shock al ver cómo las personas compraban, comían, se vestían. Antes de poder salir de Corea del Norte a base de chantajear a los guardas con cigarrillos y galletas, Shin robó comida, ropa y el dinero que pudo. Me resulta curioso, pues al salir del campo lo que existe es otro campo más grande, que es ni más ni menos todo ese país regido por un totalitarismo que, de no ser por las atrocidades, da risa por lo ridículo que resulta. Sus dirigentes son el esperpento elevado a la enésima potencia.

''Camp 14: Total control zone'' es el documental que recoge esta historia. Está doblado y subtitulado en inglés, pero se entiende todo a poco nivel que tengas. También hay un libro titulado ''Evasión del campo 14". En el documental, además de contar con el testimonio del protagonista, también son entrevistados dos agentes de Corea del Norte que huyeron de su país. Ambos cometieron torturas y asesinatos, que para ellos era de lo más normal. Es para verlos. Uno de ellos muestra signos inequívocos de culpa y miedo, lo que no sé yo es si es más la culpa que el miedo o al revés. Decía que su uniforme era peor que llevar uno de la Gestapo.

En todo este magnífico documental sin ningún tipo de sensiblería ni dramatización barata, no hay música. Las escenas tipo cómic en un tono gris-amarillento, son lo suficientemente expresivas para recrear todo lo que Shin Dong-hyuk vivió.

En la actualidad, nuestro protagonista está empezando a humanizarse, dado que él vivio en la más absoluta animalización del ser humano, la cosificación, el no ser nada. Está empezando a poder llorar y reír, ha conocido cosas como la amistad y la lealtad. Ahora se da cuenta de lo que hizo con su madre y su hermano, y piensa que su padre seguramente estará muerto como consecuencia de su evasión. Pero, ¿tiene la culpa? Yo creo que no.

Lo que más me sorprendió de todo lo que vi, es que Shin Dong-hyuk echa de menos la vida en el campo. Es tal la angustia que le supone vivir en un mundo en el que depende del dinero y de las responsabilidades, que le resulta muy difícil seguir adelante. En el campo no tenía que pensar, sólo actuar automáticamente obecediendo las órdenes. Simple y claro. Según sus palabras, le gustaría volver al lugar donde nació para recuperar la pureza de su corazón.

La pureza de su corazón... en un campo de exterminio. En fin.

Pasen y vean
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Mensaje por Frank Underwood Jue Nov 27, 2014 8:21 pm

Fuffff, lo vi el año pasado, María. Eso es el comunismo. Supongo que sabrás que allí los, ejem, delitos por así llamarlos, pasan de padres a hijos, esposa, primos, tíos y demás parientes.
Demencial.

Recomiendo este documental a todos, sobre todo a los que siguen ciegos pero que no se callan ni debajo del agua.
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Mensaje por Dirty Harry Dom Nov 30, 2014 7:09 am

Lo sé, Frank. Me faltó anotar el dato.
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